Ignacio
Besga
Ignacio
nace en 1930 en Illescas (Toledo). En la iglesia de esta antigua
localidad, desde el mismo día de su bautismo y hasta su partida a la
capital de España, tiene el privilegio de ver
"in
situ" las obras que El Greco pintó para sus capillas y altar
mayor.
Terminada
la guerra civil española, siendo aún niño, puede visitar por
primera vez
el Museo del
Prado y contemplar, además de la extensa obra del pintor cretense,
todas las obras maestras que se encuentran en su interior.
Semanalmente
acude a la Ciudad Imperial de Toledo y, en la Iglesia de Santo Tomé,
estudia con detalle las figuras y rostros del inigualable conjunto
pictórico de El Entierro del Conde Orgaz. Así se inicia en el
dibujo a lápiz haciendo retratos a las personas de su entorno
familiar.
Cuando se
traslada con sus padres a Madrid, siendo apenas un adolescente, hace
su primera copia de San Juan Evangelista del Greco, quedando
realmente impresionados los propios copistas así como también el
director del Museo del Prado.
Con su
habilidad para el dibujo y profundizando cada día mas en el
conocimiento de la pintura al óleo de las obras de los grandes
maestros del Museo del Prado (El Greco, Tiziano, Murillo, Rubens,
Velázquez y Goya), inicia su carrera artística, ligada siempre a la
profesional y a los encargos de copiar algunas de las obras que se
exponen en el museo.
Posteriormente
crea su propio taller de pintura en la madrileña calle de Atocha
donde acuden otros artistas y amigos así como alumnos aventajados de
la Escuela de Bellas Artes.
Merecen
destacar en la actualidad; Gallego Oliver, Gerardo Pedraza, Pascual
Costafreda y Rivas Guerrero, entre otros.
En el año
1995, liberado en parte del trabajo comprometedor que, como excelente
copista que era de los cuadros del Museo del Prado, llenaba casi todo
su tiempo, inaugura la Galería Mella en la plaza del mismo nombre
junto a la Gran Vía madrileña.
En ella se
exponen obras de estilo clásico e impresionista así como también
pintura antigua restaurada.
Simultáneamente,
con mas tiempo disponible y sosiego, comienza a pintar bodegones en
su nuevo estudio, (un ático iluminado con preciosas vistas del
Madrid de los Austrias lindando con el antiguo convento de Las
Descalzas Reales.
Sus obras,
con mezcolanza de Zurbarán, Felipe Ramírez o Van der Hamer
tienen la
impronta inconfundible de las naturalezas muertas de Luis Meléndez,
cuyos óleos
(mas de una
treintena de este pintor se conservan en el Museo del Prado) tuvo tan
cerca Ignacio durante su prolongada vida profesional.
En estos
bodegones, por la solidez y coherencia de las formas, conjugadas con
gran acierto, sentido de la luz y gusto por el volumen, se definen,
con marcado carácter propio, sus composiciones.
No en vano
toda su obra pictórica, diseminada por los cinco continentes en
colecciones privadas, goza de un reconocido merecimiento a tenor de
toda una vida dedicada al arte de la pintura.
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